Puntarenas Futsal vuelve a una final en medio de adversidad y carácter.

El Puerto volvió a demostrar que su ADN está hecho de lucha, resiliencia y puro corazón. Puntarenas clasificó a su segunda final del año tras vencer 3–2 a San Carlos en un duelo tan intenso como simbólico para un equipo que, aun entre dificultades fuera de la cancha, se mantiene en pie y compitiendo al más alto nivel.

El partido tuvo chispa desde el arranque. Lucía Centeno abrió el marcador para las porteñas, pero San Carlos respondió rápido para poner el 1–1. Ya en un intercambio de golpes futbolísticos, Jazmín Hernández apareció para firmar el 2–1, solo para que las norteñas volvieran a empatar minutos después.

Sin embargo, la determinación del Puerto no conoce rendición. Puntarenas encontró el 3–2 casi de inmediato, un golpe emocional del que San Carlos no logró levantarse. En los últimos segundos del juego, una falta a favor de las sancarleñas puso tensión en el ambiente, pero el equipo naranja se cerró con disciplina y temple para sellar el boleto a la final.

“Fue un partido durísimo, de tú a tú. San Carlos es un gran rival”, explicó Centeno tras el encuentro. Y su frase resume el carácter del choque: intensidad, fricción, desgaste… y una victoria construida con coraje.

Un triunfo que pesa más por el contexto

La clasificación llega en una semana marcada por la frustración. El pasado 2 de diciembre, Puntarenas llegó a su entrenamiento habitual antes de las semifinales para encontrarse con una sorpresa desagradable: el Gimnasio El Coloso estaba cerrado, a pesar de que el equipo contaba con permiso oficial para usarlo durante la clausura del inmueble.

La razón: un error de comunicación interna en el CCDR de Puntarenas. Un funcionario, responsable de la administración del espacio, simplemente “olvidó” recoger las llaves para abrir el gimnasio, según relató el propio comité. El equipo esperó más de una hora sin saber qué ocurría, hasta que finalmente les confirmaron que no habría acceso.

Esta no es una situación aislada. Las jugadoras y el cuerpo técnico han insistido en que estos desórdenes administrativos se han vuelto parte de una problemática constante. A pesar de ello, Puntarenas ha asumido el mantenimiento, limpieza y cuido del gimnasio, con el objetivo de preservar un espacio que alberga a más de 80 atletas de su disciplina.

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El llamado del equipo es claro: piden respeto, empatía y una gestión responsable del espacio deportivo que consideran su casa. Y aun así, en medio de un entorno que debería apoyar su crecimiento —no complicarlo—, el club ha logrado meterse en otra final de copa.

Puntarenas está a un paso de un título y, sobre todo, de un mensaje poderoso:
cuando el talento se mezcla con compromiso, ni la adversidad puede detener a un equipo que sabe quién es y por qué lucha.

Ahora, las porteñas esperan el nombre de su rival en la final. Pero una cosa es segura: llegar hasta aquí, con todo lo que han tenido que atravesar, ya es una victoria que pesa más que cualquier marcador.

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Bachiller en Periodismo. Cursando Lic en Comunicación de Masas. Especialista en Cobertura de Fútbol Femenil. Graduada de Somos Versus en Universidad Anáhuac MX En coberturas con Enfoque de Género. Más de 10 años de experiencia

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